Conseción del Campo Sacha, afectación a poblaciones vulnerables

“𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐍𝐎 𝐒𝐄 𝐃𝐈𝐂𝐄, 𝐎 𝐒𝐄 𝐎𝐋𝐕𝐈𝐃𝐀 𝐏𝐎𝐑 𝐂𝐎𝐍𝐕𝐄𝐍𝐈𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀, 𝐒𝐎𝐁𝐑𝐄 𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐌𝐏𝐎 𝐒𝐀𝐂𝐇𝐀

A propósito de la concesión del Campo Sacha, he visto y escuchado con asombro, y hasta con cierta indignación, varias publicaciones, noticias y pronunciamientos en los que prevalecen los mismos criterios rentista y fiscalista de hace décadas, respecto de la extracción de petróleo. Pero poco o casi nada se habla, o se olvida de manera intencional, de la otra cara de la moneda: los impactos ambientales y sociales que persisten, desde hace medio siglo, no solo en el Campo Sacha sino en todos los demás. Igualmente, me preocupa que la desmemoria colectiva se haya convertido en una patología social que incide en las decisiones de los ciudadanos y las ciudadanas, más aún cuando estamos a pocas semanas de la segunda vuelta electoral. Por desgracia, esa amnesia colectiva imposibilita recordar que los gobiernos anteriores también pusieron sus ojos en el Campo Sacha.

Se dice que el Campo Sacha es “la joya de la corona”, y claro que lo es, si se lo analiza desde un enfoque netamente rentista. Produce más de 75 mil barriles diarios de crudo de buena calidad; miles de barriles que, transformado en dinero, significan millones de dólares que ingresan a las cuentas del Estado. Sin embargo, para los habitantes que residen en ese Campo, y en todos los demás, hablar del petróleo significa también hablar de cientos de piscinas soterradas (la mayoría desde la época de las operaciones de Texaco, hoy Chevron), de áreas contaminadas por derrames y otros vertidos tóxicos, de decenas de mecheros que día y noche queman el gas, y de cientos de personas enfermas o fallecidas a consecuencia de los contaminantes hidrocarburíferos. Estos “pasivos ambientales” continúan contaminando las fuentes superficiales y subterráneas de agua, afectando a los suelos y la producción agrícola y a la calidad del aire. En este entorno ambiental nocivo habitan miles de familias indígenas y no indígenas, nativas y migrantes.

Las familias rurales viven en carne propia “la maldición de la abundancia”, a saber: residen cerca de los ríos y esteros, pero carecen de agua para el consumo humano; habitan junto a los pozos petroleros (más de 500 pozos, en el caso del Campo Sacha) pero viven en situación de pobreza; las actividades petroleras crean empleo, pero en Orellana las tasas de desempleo son altas (https://shorturl.at/Q1Chy). Además, el petróleo genera recursos para el Estado, pero no hay dinero para reparar la principal carretera de acceso a la capital de la provincia de Orellana. Estos otros costos (ambientales y sociales) se externalizan, no se cuantifican y por eso el costo de “producción” de cada barril de petróleo es bajo, es rentable, en términos monetaristas y comerciales.

En esa realidad (y en esta coyuntura electoral, que coincide con la concesión del Campo Sacha), me preocupa la amnesia colectiva que padece la mayoría del pueblo ecuatoriano. De esta patología social se aprovechan muchos políticos, por no decir todos, para lograr sus propósitos electoreros olvidándose de lo que les conviene. Este olvido intencional les restringe reconocer que todos los últimos gobiernos han “echado mano” del Campo Sacha, y lo han hecho desde su visión rentista y extractivista. Lo está haciendo hoy Noboa (mediante procedimientos nada transparentes e ilegales), lo intentó Lasso al incluirlo en su “portafolio de proyectos de inversiones”, y también Moreno, quien convocó a licitación para concesionar el Campo, pero se retractó.

Antes de Moreno, el gobierno de Correa también fijó sus ojos en el Campo Sacha. En 2008 creó la empresa mixta Río Napo (entre Petroecuador y PDVSA de Venezuela) que operó el Campo hasta el año 2014 porque la Superintendencia de Compañía la declaró inactiva por no presentar los balances desde el año 2013. Por poco el Ecuador se salvó de una demanda arbitral (https://shorturl.at/yTmBB). Casi de inmediato Correa inició el proceso para adjudicar la operación del Campo Sacha a una empresa extranjera, tal como lo había hecho (en 2015) con el Campo Auca entregando su operación a la compañía Schlumberger. En el caso de Sacha, Correa había avanzado las negociaciones con la empresa china Cerg, pero finalmente no se concretó ningún acuerdo. Esto sucedió cuando había empezado la crisis de los bajos precios del petróleo en el mercado internacional.

En definitiva, los discursos y pronunciamientos furibundos (que hablan de la defensa de la soberanía y de los “intereses nacionales”, entre tantas otras expresiones líricas y sentimentalistas) no hacen otra cosa que perpetuar aquella lógica rentista, extractivista y fiscalista con la que los gobiernos han catalogado al petróleo. Para ellos, al menos de los que recuerdo, el petróleo ha sido un recurso, un bien o una mercancía, un activo (que se expresa en millones de barriles de reservas) y el “salvavidas” en tiempos de crisis. Desafortunadamente, ese petróleo se extrae de la Amazonía, un ecosistema sensible donde viven seres humanos, y no humanos, que sufren las consecuencias de esa lógica perversa.

En ese marco, como amazónico y residente en el Campo Sacha lo menos que puedo exigir a los políticos es que nos respeten, que no hagan de esta concesión un tema de disputa política con fines electoreros. Y a los líderes, lideresas, voceros y voceras de los diversos colectivos y estructuras sociales les digo, que la concesión de este Campo no es solamente un asunto de soberanía, de “utilidades” o reducción de ingresos para el Estado, por ser “el más productivo del país”, de saqueo, o de estatización o privatización. También es un tema de derechos, de los seres humanos y de la Naturaleza, que son vulnerados por las empresas operadoras y un Estado extractivista. Y por favor, tampoco pierdan la memoria.

Marzo 3 de 2025

L. Yanza A.
Frente de Defensa de la Amazonía

This function has been disabled for Causana.